Por: Sergio Benito Osorio
Breve análisis que el Dr. Osorio, hace del diagnóstico sobre Petróleos Mexicanos, presentado el pasado domingo 30 de marzo, por la secretaria Kessel y el director de PEMEX Reyes Heroles, con la visión catastrofista del panismo en el gobierno, para justificar la privatización.
El pasado domingo, 30 de marzo, la Secretaria de Energía presentó a la opinión pública un diagnóstico, “la visión del Gobierno Federal sobre la situación que enfrenta Pemex”, como parte de la acción política que el gobierno de Felipe Calderón viene desplegando para llegar a la reforma del sector de hidrocarburos del país. Durante la semana que ha transcurrido el documento ha sido presentado a partidos políticos, fracciones parlamentarias, gobernadores y otros actores institucionales y fácticos.
En los propios medios de comunicación se han multiplicado los debates, análisis, y las campañas publicitarias oficiales sobre “el tesoro” petrolero oculto en las aguas profundas del Golfo de México que, en conjunto, crea una perspectiva de que en los próximos días se presentará una iniciativa legislativa que ofrecerá, finalmente, las claves para modernizar Pemex y poder garantizar la seguridad energética del país en el futuro.
Sin embargo, el actual periodo legislativo concluye con este mes de abril, por lo que restan siete sesiones ordinarias en el Congreso de la Unión. Poco tiempo para presentar, analizar y aprobar una reforma cuyas expectativas se han fijado muy altas por sus promotores, dada la tensión social que, voluntaria o involuntariamente, se ha provocado. Pues ya no sólo es, como en otras ocasiones, el debate entre privatizadores y nacionalistas, los grupos guerrilleros que operan en el país también han comenzado a expresar su oposición. El ambiente adquiere, entonces, un tono de confrontación y el tema se transforma en un motivo de división.
Lo asombroso del caso es que esto ocurre sin que se hubiese presentado una iniciativa o, siquiera, una propuesta específica de reforma. Hasta ahora no ha comenzado el debate en el Congreso, en los colegios profesionales o en foros organizados entre ciudadanos para contrastar pros y contras, y no ha ocurrido porque no hay propuestas. Entonces ¿de dónde viene el encono, las reacciones hacia los extremos?
En materia energética el debate no es nuevo y hay una gran desconfianza respecto de las acciones que se emprenden desde el gobierno (sólo habrá que recordar que, en 2002, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional un decreto en materia de energía eléctrica emitido por el presidente Vicente Fox, por considerar que éste contravenía el artículo 27 constitucional). La experiencia acredita una larga lista de exageraciones en los diagnósticos que han intentado soportar los diversos intentos de reforma energética. En 1992 se modificó la ley del servicio público de electricidad para permitir la generación privada y resolver el suministro a comunidades rurales aisladas, en su lugar se creó un fuerte sector de generadores privados; en 1998 se afirmó que podía haber una crisis de abasto eléctrico y las tarifas se dispararían si no se abría un mercado eléctrico, hoy más de una quinta parte de la generación de electricidad es realizada por particulares y las tarifas son más caras; en 2002 se dijo que los Contratos de Servicios Múltiples, para que empresas internacionales sustituyeran a Pemex en la extracción de gas en la Cuenca de Burgos, llevarían a la autosuficiencia en gas natural, después de cinco años, el aporte de esas empresas aún es marginal.
En el diagnóstico presentado por la Secretaria Kessel ¿Qué sentido tiene comparar la fortaleza de Pemex con Exxon, Shell, Chevron, etc., cuando todos sabemos que esas empresas actúan en distintas partes del mundo, mientras Pemex sólo lo hace en México?; que el país ha perdido 10 mil millones de dólares, cuando el aumento de los precios internacionales ha traído a la mayor bonanza de los ingresos petroleros de la historia; que habrá una catástrofe en la extracción petrolera si no se inicia la exploración en aguas profundas, cuando los propios escenarios del diagnóstico muestran (p. 54) una insuficiencia de 400 mil barriles en el 2018, si el esfuerzo se limita a las áreas conocidas. Se dice que se quiere fortalecer Pemex y no hay una sola línea en el diagnóstico respecto al terrible régimen presupuestal que maniata a la entidad y que es uno de los problemas centrales de la insuficiencia de inversión; si no hay un planteamiento de política energética congruente y sistemático; ¿por qué meter en el mismo saco los yacimientos transfronterizos con toda la explotación en aguas profundas, si los primeros pudieran tener una solución política y legal de excepción?
Pareciera que, después de todas las experiencias, no se ha percibido que una estrategia montada en la exageración facilita a la oposición más primitiva correrse hacia el extremo de la negación a cualquier intento de cambio, recurriendo a la acusación fácil de la privatización, cerrando el espacio al diálogo y al necesario acuerdo. Dinámica donde ambas posturas son funcionales.
Efectivamente, el modelo de explotación petrolera vigente en el país desde finales de los años setenta, y orientado a la exportación de petróleo crudo, se ha agotado con la declinación de los principales yacimientos. Pero las autoridades del país afirman que aún hay grandes depósitos de hidrocarburos. Es conveniente entonces reflexionar sobre la experiencia y definir ¿Qué se quiere hacer con esos nuevos recursos? ¿Reproducir el modelo anterior? O transformarlos en una verdadera riqueza, en instrumento del desarrollo industrial y económico del país. Si este último fuera el interés gubernamental, se verá en la iniciativa que presente.
Finalmente, la estrategia elegida por el presidente Calderón, de aproximaciones sucesivas, se dice que es un método efectivo en la solución de ecuaciones con una gran cantidad de variables aleatorias y cuando no se está seguro de su evolución. Su resultado está por verse, mientras ha creado vacíos y también grandes desgastes sucesivos.
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