Por: José Antonio Rojas Nieto
El severísimo problema del gas natural es uno de los que –en principio– debiera ser atendido por una de las políticas públicas de largo aliento que debieran desprenderse de la Estrategia Nacional de Energía, identificada como la ENE. ¿Por qué calificar el asunto del gas natural como un problema? Más todavía, ¿por qué caracterizarlo comoseverísimo problema? Porque no hay suficiente gas, no sólo para el futuro próximo de cinco, seis, 10 o 15 años. No sólo. Ni siquiera hay para el presente inmediato. Tenemos casi tres años con las denominadas alertas críticas de gas natural. Se trata de avisos por parte de Pemex, de restricciones en la disponibilidad y suministro de gas natural.
Por lo demás es un severísimo problema porque estas alertas –que difícilmente desaparecerán en éste y, muy probablemente, en el siguiente año– han afectado y afectarán drásticamente no sólo la dinámica productiva industrial, sino también la cotidianidad residencial, comercial y de servicios. Pero, asimismo –uno de los aspectos más delicados– la producción de electricidad. Además, refuerza la caracterización de severísimo problema, el hecho de que cualquier solución de corto plazo (uno, dos o, incluso tres años) representará un incremento en el precio del gas natural y, con él, de la electricidad para consumo comercial, industrial y de servicios. Y esto, a su vez, puede inhibir la dinámica económica actual del país, de suyo ya enfrentada a un entorno internacional complejo, económica y financieramente débil.
Una cuidadosa, detallada y sólida presentación del panorama actual y de las perspectivas en el corto, mediano y largo plazos del gas natural en México nos la ofrece un trabajo reciente de Adrián Lajous, publicado por la Comisión Económica de América Latina (Cepal) en su serie Estudios y Perspectivas de marzo de este año 2013 (Dilemas del Suministro del Gas Natural en México, disponible en las publicaciones de la páginawww.eclac.cl), cuya versión previa fue publicada en la página del Observatorio Ciudadano de Energía (www.energia.org.mx). Como dijo un buen amigo, el artículo de Adrián no tiene desperdicio. Presenta los elementos fundamentales de lo que el mismo Lajous caracteriza como dilemas del suministro, al hablar de una situación compleja con soluciones no inmediatas y similarmente complejas.
En el México de hoy, diariamente deben circular no menos de 4 mil millones de pies cúbicos de gas natural, para alimentar el sector eléctrico con la mitad de esa circulación, al sector industrial con la tercera parte y ya hoy a los sectores comercial y residencial, con la sexta parte restante. (¿Cómo entender por cierto, la perforación urgente y atropellada de las calles del Distrito Federal para suministrar a las viviendas y comercios y servicios un energético sometido a esta severa crisis?).
Pues bien, para soportar un poco el desbalance entre consumo y producción, se han incrementado las importaciones. En estos momentos se importan no menos de mil millones de pies cúbicos de gas natural al día. ¿Por qué? Porque no obstante que en el país se producen poco más de 6 mil millones de pies cúbicos de gas natural al día (por cierto, 59 por ciento asociado al petróleo y de éste un importante volumen que ronda los 700 millones de pies cúbicos diarios de nitrógeno), el consumo propio del Pemex se aproxima a los 3 mil 500 millones de pies cúbicos al día, para apoyar la producción de crudo y, evidentemente, de petroquímicos, así como las llamadas recirculaciones y el famosísimo venteo.
Así, en estricto sentido la disponibilidad para los consumidores equivale a esos cerca de cuatro mil millones de pies cúbicos de los cuales, como he señalado, el 25 por ciento ya es importado. Lo curioso de la crisis actual es que nuestros vecinos viven un auge de producción y un mercado de muy bajo precio, en relación no sólo al que se registró en años anteriores, sino –elemento relativamente novedoso– en relación al precio de combustibles alternos, como el combustóleo y el diesel. Incluso el carbón. Y ese auge podría ser aprovechado con importaciones mayores si contáramos con capacidad de transporte de gas natural. Pero no la tenemos. Por eso la necesidad urgente de ceración (sin duda que dentro de la legalidad constitucional actual) de mecanismos que permitan –en unos dos o tres años, no menos, por los plazos de diseño y construcción de ductos– aprovechar esa posibilidad de mayores importaciones de gas natural de Estados Unidos, a precios que podrían oscilar entre los cuatro o cinco dólares por cada mil pies cúbicos (para todo fin práctico equivalentes a un millón de unidades térmicas británicas, identificado en el ambiente con las siglas MMBTU). Esto es muy bien presentado en el artículo de Lajous, en el que, asimismo, señala otros instrumentos alternativos que permitirán apoyar en el muy corto plazo la superación de las alertas críticas: 1) la importación a través de las terminales de gas natural licuado en Altamira, Tamaulipas, y en Manzanillo, Colima; 2) la sustitución temporal de gas natural por combustóleo en el sector eléctrico; 3) la disminución de producción de amoniaco en el país, que liberaría un poco de gas natural. El problema del primer instrumento –lo aclara– es que las cotizaciones internacionales actuales de gas natural licuado que arriban a estos puertos de regasificación del gas transportado por los barcos llamadosmetaneros, se ubican en niveles superiores a las cotizaciones estadunidenses. Para el caso de Europa –que sería el referente del Atlántico, es decir, de Altamira –en poco más de 12 dólares por mil pies cúbicos o MMBTU. Y para el caso de Asia –que también en principio sería el referente del Pacífico, es decir, de Manzanillo– en poco más de 18 dólares por mil pies cúbicos o MMBTU.
La segunda incrementaría los costos de producción del fluido eléctrico y, sin duda, de las tarifas para los usuarios de los sectores industrial y comercial. Y la tercera exigiría un balance económico y financiero muy detallado, porque alternativamente se importaría amoniaco. Las tres alternativas de mitigación de la crisis en el corto plazo, como bien se señala en el trabajo, tienen costos elevados, que sólo en el mediano plazo se disiparán. No sólo con mayor capacidad de importación de gas natural de Estados Unidos, sino –básicamente– con una mayor capacidad de producción interna.
Por los importantes efectos económicos, sociales e, incluso, políticos, este complejísimo asunto del gas natural exige no sólo mayor reflexión, sino el diseño acucioso de una política pública que permita no sólo superar los problemas de hoy sino enfrentar los que –seguramente– vendrán en el futuro de no hacer nada o casi nada, que no es lo mismo pero es igual. En este caso, como en muchos otros, habría que actuar para que, efectivamente, todo lo mejor esté por venir. Y es que siempre –de veras– siempre es mejor después que nunca.
antoniorn@economia.unam.mx