Las reformas a la Constitución que han venido preparando el gobierno federal, en manos del Partido Revolucionario Institucional, PRI, y el Partido de Acción Nacional, PAN, para permitir que la renta petrolera vuelva a manos extranjeras, así como para regalar a esas manos el servicio público de electricidad, ponen en riesgo la viabilidad económica de este país.
La Revolución Mexicana hizo posible, desde la llegada de Madero a la presidencia, que el petróleo dejara de ser botín de compañías privadas, lo que se consolidó legalmente en la Constitución de 1917 y se materializó en el sexenio de Lázaro Cárdenas con la expropiación petrolera y la creación de la Comisión Federal de Electricidad. Petróleo y electricidad fueron la base del crecimiento económico de México en todo el siglo XX, además de una fuente de ingresos para la hacienda mexicana, lo que nos ha permitido tener una de las tasas globales de impuestos más baja del mundo.
Las gasolinas, el diésel, los lubricantes, el asfalto, el combustóleo pesado, el petróleo diáfano, la turbosina, la parafina, el gas combustible, nunca nos han faltado. Pemex ha cumplido a cabalidad su papel de proveedor de estos insumos, básicos para la economía y el desarrollo. Por su parte, la CFE ha suministrado la electricidad que ha permitido el crecimiento industrial, el alumbrado de las ciudades y la mejoría de la calidad de vida en los hogares. Por si fuera poco, Pemex entrega a Hacienda casi un millón de millones de pesos por año.
Pemex y CFE tienen defectos, muchos; habrá que arreglarlos. Pero son nuestras. Para obtener lo que estas empresas nos aseguran no tenemos que depender de ninguna empresa extranjera. En electricidad ignoramos lo que es la escasez, los apagones rotatorios, el abandono de las instalaciones ante el embate de un huracán y en precios, los tenemos más bajos que la mayor parte de los países del mundo, Alemania, Rusia, Italia, Francia, Brasil, Argentina, entre otros.
Las potencias nunca nos perdonaron la audacia y los desplantes de soberanía e independencia, de la expropiación petrolera primero y de la nacionalización eléctrica, después, por ello, la mira de los cañones imperiales han estado sobre nuestras cabezas con la intención de recuperar lo perdido. Las fuerzas que derrocaron en 1973 al presidente Allende en Chile, son las mismas que invadieron y llenaron de muerte y sufrimiento a Irak y, si renunciamos a la cómoda ingenuidad, deberemos aceptar que siempre estuvieron con un pie en el estribo para venir a recuperar los bienes de El Águila, de la Imperial y de la Mexican Petroleum, expropiadas en 1938. En Chile, los militares, traidores a su patria, movidos por las agencias imperiales norteamericanas, regresaron el cobre a las empresas expropiadas, y pusieron la electricidad en manos privadas. En Irak, el petróleo pasó a ser propiedad de las trasnacionales del ramo.
Ahora en el México de 2013, las armas han sido las divisiones de consultores y abogados petroleros, los académicos incondicionales del dinero y su poder y los partidos que han traicionado sus orígenes y sus nombres. ¿Qué de revolucionario tiene el Partido Revolucionario Institucional? ¿A qué Nación representa el de Acción Nacional?
Pues bien, las petroleras piensan que están ganando su guerra de hace ya casi un siglo, sin disparar un tiro, sin mandar una sola cañonera, sin volar un solo F-16, sin enviar a sus contratistas militares. Lo que las petroleras se quieren llevar, equivale a las cargas económicas que el vencedor de una guerra impone a un país vencido. Las noticias que reciben de sus legisladores, de sus funcionarios, de sus abogados, de sus periodistas, es que no hay oposición y que todo va sobre ruedas, ruedas lubricadas con dólares.
Entonces pensamos que lo único que va a parar las intenciones de estos invasores modernos es la acción decidida de la población. Salgamos a las calles a demostrar que la inmensa mayoría de los mexicanos, rechazamos esta afrenta. No dejemos que nos derroten las empresas que ya habíamos corrido del país; no permitamos que se lleven nuestro dinero; no dejemos que Pemex desaparezca y que ahora dependamos de las petroleras mundiales; no permitamos que nuestra electricidad caiga en manos extranjeras.
Al frente de esta demostración, tendrán que estar los trabajadores del petróleo y la electricidad.
Ahí tendrán que estar los políticos honestos.
¿Qué esperamos para convocar a unos y a otros?
¿Qué esperamos para convocarnos?
¿Qué esperamos para salir a las calles?