La Paralización del Plan Nuclear Argentino
Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo, OETECEl sector nuclear argentino nació con el Primer Plan Quinquenal (1947-1951). Allí nació la planificación de nuestras primeras centrales. Atucha I (hoy rebautizada Central Nuclear Atucha I «Presidente Juan Domingo Perón) entró en operación comercial en 1974, y la Central Nuclear Embalse, fue específicamente planificada por el Plan Trienal del tercer gobierno peronista. Pero en 1976, golpe de Estado mediante, se hicieron del poder los maestros de quienes hoy administran la Argentina como apéndice del terrorismo financiero y especulador occidental.
La industria nacional que había comenzado a consolidarse gracias a los dos proyectos nucleoeléctricos anteriores Atucha I (1968-1973) y (Embalse 1974-1983) se vendría a pique. Para 1984 existían un total de 237 empresas industriales calificadas para estos desarrollos. Sin embargo, al igual que sucedió con otros sectores industriales (a excepción de la burguesía cómplice del golpe); como sucedió con las grandes obras de infraestructura (energéticas como de todo tipo); al igual que aconteció con el sector público y sus empresas emblemáticas, la central Atucha II fue boicoteada primero y paralizada después, y con ella, la industria nacional y una diversificación energética promotora de la industrialización y la expansión del mercado interno. Pasamos de las 237 empresas industriales en 1984 calificadas para trabajar en el sector nuclear a 0 en 2003. ¿Y en 2015? Rondarían las 130.
Pero el Plan Nuclear Argentino, tan marchito como suspendido y boicoteado antes de 2003, fue relanzado por Néstor Kirchner en agosto de 2006 y ejecutado exitosamente desde entonces y hasta diciembre de 2015 por el ex Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. La reactivación del sector fue casi total; únicamente faltó reactivar la minería del uranio. La Central Nuclear Néstor Kirchner (conocida como Atucha II) debería haber estado operativa en 1987. Cuando se definió su construcción, se lo hizo junto con la de otras tres centrales nucleares, las cuales deberían haberse terminado para 1991, 1994/5 y 1997, respectivamente. Ninguna se terminó. Atucha II, recién durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Y fue la política de un gobierno popular y en función de un proyecto de país, la que permitió rescatar al Plan Nuclear de su sepulcro elevándolo como punta de lanza contra el colonialismo científico y tecnológico, contra la pobreza energética del cuarto de siglo infame antes de 2003, contra la energía para la industrialización y la competitividad, contra la energía para la calidad de vida de la población y su felicidad.
Este relanzamiento no implicó solamente el hecho práctico de reactivarlo, sino también y fundamentalmente de recuperarlo para el pueblo argentino, esto es, convertirlo en un sector progresivamente neurálgico al desarrollo social, económico, industrial, científico y tecnológico nacionales, a su vez predefinidos en pos de una mejora creciente de la calidad de vida de la población toda y la consolidación de un aparato energético, productivo e industrial pujante, federal e internacionalizado.
Pues bien y desde el arribo del buitrismo al poder, todo esto está amenazado de muerte. La construcción de Atucha III y la planificada Atucha IV paralizadas. El sector expectante. Nucleoeléctrica Argentina SA, empresa encargada de la construcción y operación de las centrales, progresivamente aislada. Es que al granero del mundo no le interesa en lo más mínimo energía barata, energía como motor del desarrollo, energía para la reindustrialización y modernización productiva. No le interesan las grandes obras que irriguen (no, «derramen») en miles de puestos de trabajo, miles de nuevos ingenieros y técnicos, miles de toneladas de cemento, industria nacional, excedente energético generador de las condiciones -genuinas condiciones- de desarrollo al anteceder las inversiones públicas, privadas o mixtas. Nada de esto.
Si queremos una Nación industrializada y socialmente inclusiva tenemos que luchar porque la energía sea barata y subsidiada. Y porque la energía nuclear, además de contribuir a la diversificación de la matriz energética, sea motor del desarrollo y de la industrialización, como fue YPF con Enrique Mosconi; como vino siendo YPF desde la renacionalización en 2012.
Publicado el 16 de marzo de 2016 en el portal del OETEC. http://www.oetec.org/nota.php?id=1653&area=1