El año 2011, los 104 dólares por barril que promedió el precio internacional del petróleo fue el más alto de la historia petrolera reciente. Esta cotización corresponde –a manera de ejemplo– a la canasta de crudos importados por nuestros vecinos, el famoso Imported Oil. Este es un buen indicador del precio del crudo internacional. Aunque ya no tan bueno por la creciente debilidad del dólar que –entre otras cosas– se expresa en una de las mayores diferencias entre la cotización del Brent europeo y el West Texas Intermediate (WTI) estadunidense.
No obstante eso, podemos asegurar que se trata del nivel de precios más alto de la historia. Sería mayor sin esa debilidad del dólar. Pero, bueno. ¿Qué tanta diferencia hay entre esta cotización de 2011 y –por ejemplo– las muy altas de 1980 y 1981? Responder esto depende del tipo de canasta que utilicemos para ponderar la inflación acumulada de esos años a 2011.
En algunos casos –por ejemplo el indicador de inflación utilizado en los reportes estadísticos de precios por British Petroleum– la diferencia con las cotizaciones del segundo boom petrolero, justamente el de 1980 y 1981, es de 10 por ciento. Pero si –en otro ejercicio– utilizamos el deflactor implícito del producto mundial preparado por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial o por algún organismo de Naciones Unidas (UNCTAD, por ejemplo) la diferencia puede ser del orden de 25 por ciento.
Algo similar ocurre cuando deseamos identificar –así sea de manera aproximada– el peso porcentual de lo que llamaremos factura petrolera en el producto mundial. De nuevo notaremos que el indicador de inflación utilizado nos conducirá a participaciones un poco distintas. Habrá casos en que ese peso, estimado como la relación entre el producto del volumen de crudo consumido en el año por la cotización utilizada como referencia con el producto mundial, será del orden de 8 por ciento en aquellos años de 1980 y 1981.
En otros casos de 7 o de 6 por ciento. Pero, independientemente del nivel de participación que resulte, podremos concluir que la de aquellos años es la mayor. Y esto no obstante que la expresión del precio de entonces en moneda de hoy sea 10, 15, 20 o 25 por ciento inferior al de 2011. En moneda de 2011 y con cualquier índice de inflación, la participación de la factura petrolera en 2011 es del orden de 5 por ciento.
Y la participación de los años 1980 y 1981 iría –de nuevo según el índice de inflación utilizado– en un rango de entre poco más de 6 por ciento hasta cerca de 9. Independientemente de esto, lo que explica la diferencia es el descenso –radical, por cierto– del petróleo requerido para producir una unidad de producto mundial. Descenso de la llamada intensidad petrolera. Aquí, por cierto, los diversos índices inflacionarios no nos engañan. ¿Por qué? Porque utilizamos unidades físicas para el volumen.
Así, en 2011 el requerimiento fue de casi millón y medio de barriles de petróleo al año para producir mil unidades monetarias –dólares– de producto mundial. ¿Cuánto petróleo se necesitaba en 1980 y 1981 para producir bienes y servicios representados en esos mismos mil dólares de 2011? Reitero que los índices inflacionarios nos pueden hacer trampa. Pero en este caso no. Utilizamos unidades físicas en el numerador. ¿Conclusión? El volumen actual es prácticamente la mitad del necesario en aquellos años iniciales de la terrible década de los 80, la llamada en México perdida porque no creció el producto. En buen romance esto significa que hoy se utiliza la mitad del petróleo por unidad de producto, independientemente de su expresión monetaria.
Este es el gran salto técnico provocado –entre otras cosas– por la drástica elevación de precios del crudo registrada entre 1973 y 1981. Pero no sólo. Queda preguntarse si con la misma radicalidad se ha logrado una disminución en el volumen total de energía necesario para lo mismo. La respuesta a esta pregunta tiene aspectos muy interesantes. Será conveniente mencionarlos en otro momento. Quedémonos hoy y ya para terminar esta nota –dedicada, por cierto, a mis compañeros que pasaron su vida en la UNAM estudiando estos problemas, Sarahí Ángeles y Arturo Bonilla, y a quien siempre nos alentó e inspiró para hacer investigación muy en serio, el queridísimo maestro José Luis Ceceña–, si quedémonos hoy con un dato final: en 2012 se necesita 30 por ciento menos energía global que en 1980 y 1981. Eso significa que el cambio global ha sido menos drástico que el cambio en el petróleo. ¿Por qué? Ya lo veremos con detalle próximamente. Sin duda.
Publicado en La Jornada, 5 febrero 2012