Con la muerte de Margaret Thatcher, quien fuera cabeza del gobierno británico entre 1979 y 1990, acaecida el 8 de abril pasado, tuvimos ocasión de recordar y reflexionar sobre la obra de una de las principales impulsoras de las políticas del neo capitalismo, basadas en las teorías de Friedman y Hayek, principalmente las relativas a la reducción de la participación estatal en la economía, pero eso no fue todo, la llamada Dama de Hierro también se ocupó de combatir y destruir toda forma de organización de los trabajadores, de los no capitalistas, como hizo con el sindicato de mineros, a quienes odiaba, desde una posición no solo de clase, también desde una convicción mesiánica, de interpretación particular del cristianismo, siempre en defensa de los capitalistas, del individuo decía ella, sin importar que, como producto de sus políticas, el desempleo y la miseria llegaran a millones de ingleses.
Así son los resultados del neo capitalismo: las ganancias se multiplican, mientras que millones de habitantes de los países en que se aplican las medidas thatcherianas, pasan a padecer los estragos de la pobreza. En otras palabras, con políticas como las que la Thatcher puso en práctica, unos pocos se vuelven inmensamente ricos, mientras que los muchos se vuelven inmensamente pobres, todo ello dentro de un sistema de justificaciones morales que la primera ministra condensó en su famoso discurso ante la Asamblea General de la Iglesia de Escocia en Mayo de 1988, al que la prensa de aquellos tiempos nombró El Sermón del Cerro, (Sermon of the Mound), en amarga referencia al Sermón de la Montaña que Mateo en su Evangelio refiere Jesús pronunció, en uno de los momentos más importantes de su vida.
Pues bien, la reforma energética que el presidente Peña Nieto y su equipo del nuevo PRI, traen entre manos, nos recuerda inevitablemente el discurso privatizador que los gobiernos de aquellos años, principalmente el de 1988-94, manejaban. Acá se habla, en este gobierno, de modernizar a Pemex, de permitir que los capitalistas del petróleo ejerzan su libertad individual de invertir, se habla de que el gobierno debe liberarse de la carga que a través de Pemex tiene, de aportar el 40% de los ingresos de Hacienda. Se habla también de acabar con los subsidios, como si estos fueran inmorales, ello dentro de la tergiversación pseudo cristiana de la Thatcher; se habla también de hacer más eficiente a Pemex, lo que sin duda va en la misma lógica de acabar con un poderoso sindicato de trabajadores y permitir el florecimiento de las empresas privadas. No cabe duda que en los planes de estos reformadores neo capitalistas, está acabar con los precios bajos que el gobierno otorga, a través de la CFE, a los consumidores pequeños de electricidad, de manera indebida diría doña Margaret, mismos que deberían terminar por ello.
En fin, que los resultados previsibles de la aplicación del thatcherismo a la mexicana, esto de acuerdo a la ya vasta experiencia de varios años y varios países, son:
• Surgimiento de un foco de riqueza para inversionistas privados, privilegiados por el gobierno mexicano, a partir de la desviación de la renta petrolera que lleva implícita la reforma del gobierno del PRI.
• Surgimiento consecuente de un déficit de ingresos en la hacienda mexicana, producto de la sangría anterior.
• Aumento de impuestos, principalmente al consumo, o sea soportado por la población de millones de no capitalistas, para suplementar el déficit de ingresos que Pemex aporta a Hacienda y que, de tener éxito la reforma, se convertirían en ganancias de los inversionistas.
• Aumento generalizado de precios de los productos petrolíferos, hasta llegar, por lo menos a los niveles del mercado internacional, no del norteamericano, en el que ya estamos, tendrían que ser los precios europeos y del noreste de Asia, para que deje de haber subsidios.
• Eliminación de las tarifas de electricidad para usos agrícolas, subsidiadas sin duda alguna.
• Los anteriores aumentos de precios serían causa directa de aumento de precios al consumidor, alimentos en primer lugar, todos los bienes después. Ni más ni menos.
• Aumento de precios de electricidad doméstica, la destinada a los consumidores pequeños e intermedios, mismo que puede ser de hasta cuatro veces los precios actuales, para no regalar nada, diría la indignada señora Thatcher.
• Despidos masivos de trabajadores de Pemex que serían sustituidos por los de nuevas empresas, seguramente extranjeras, en México, o fuera de México.
• Mismo fenómeno en CFE, si el gobierno actual decide retomar el programa del presidente Zedillo, como se ha venido insinuando por los voceros del presidente Peña.
En suma, que el actual gobierno nos quiere suministrar una dosis de thatcherismo. En legítima defensa, habrá que recordar a los millones de trabajadores ingleses del carbón que fueron echados para beneficio del capital, también a los trabajadores petroleros argentinos que sufrieron igual suerte cuando el petróleo argentino fue privatizado.
A este intento privatizador habrá que oponer una visión diferente para la conducción de los asuntos del país, democrática, para empezar, nacionalista también, conciente del impacto al medio ambiente, por supuesto, y que traiga beneficio económico para el 99% de la población, no para el 1% o menos, como resultaría con la reforma peñista.
Por último, habrá que dejar claro que la correcta conducción de las empresas energéticas del país, esas de los que los mexicanos nos hemos dotado por la vía de la Constitución y sus leyes, es de importancia nacional. Esto significa que todos los ciudadanos debemos estar al pendiente de ello, exigir el fin de la corrupción, demandar mejoras en su funcionamiento y perfeccionar, por las vías legales, su operación y su desarrollo futuro.
CFE y Pemex no son perfectas, pero las vamos a defender, las debemos arreglar y no las vamos a regalar.