La obcecación privatizadora
José Antonio Rojas Nieto
En diversas ocasiones me he tomado la libertad de afirmar que nunca, ningún gobierno había recibido tanto dinero por concepto de renta petrolera. Una vez más tengo que decirlo. Pero ahora –como se comprenderá– el ejercicio se aplica al gobierno actual. Y es que a través de los denominados derechos de extracción de hidrocarburos –ingresos gubernamentales que recogen la renta petrolera– en estos primeros cuatro años de gobierno, los excedentes petroleros captados por este concepto acumulan poco más de 200 mil millones de dólares corrientes, los que en dólares de 2010 equivalen a cerca de 220 mil millones.
¿Sabe usted qué gobierno había sido hasta hoy el que más dólares había reunido por este concepto? Sí, lo señaló bien, el gobierno de Vicente Fox, que en sus seis años recibió 210 mil millones de dólares constantes del 2010. Pero en seis años. Y el gobierno actual ya lo superó en cuatro. Además, algunas estimaciones conservadoras hacen pensar que en 2011 y 2012 el gobierno actual podría recibir no menos de otros 80 mil millones de dólares más, lo que representaría cerca de 300 mil millones de dólares (de nuevo, constantes de 2010) en todo el sexenio. Justamente lo que ningún gobierno había recibido. La captación sexenal acumulada de estos derechos por el gobierno de Ernesto Zedillo fue de un volumen equivalente a 102 mil 940 millones de dólares actuales. Y los derechos de extracción captado por el gobierno de Vicente Fox en su sexenio fueron –como ya mencionaba antes– de 209 mil 658 millones de dólares actuales, poco más del doble de lo captado en el sexenio de Zedillo.
Por tercera ocasión en 10 años, entonces, me permito observar lo mismo. Sí, pese a la debacle petrolera –identificando como tal a la severa caída de la producción– primordialmente de nuestro Cantarell extinguido y la consecuente baja de exportaciones –nunca, en sexenio alguno, se captó tanto por ese concepto de derechos de extracción de hidrocarburos, como lo ha hecho –en sólo cuatro años– el gobierno de Felipe Calderón. Con datos reales a noviembre, y estimaciones preliminares a diciembre elaboradas por especialista del Observatorio Ciudadano de la Energía (www.energia.org.mx), el nuevo volumen récord es de más de 200 mil millones de dólares. A éstos habría que sumar lo que se recogerá por la Secretaría de Hacienda en 2011 y 2012, monto que –a decir también de especialistas del Observatorio Ciudadano de la Energía– en un escenario muy conservador podrían llegar a cerca de 80 mil millones de dólares más, lo que daría a este sexenio de Felipe Calderón –como también ya mencionaba antes– un volumen acumulado del orden de los 300 mil millones de dólares actuales del 2010. Se trata de un monto superior en casi 50 por ciento al captado en el gobierno de Fox. Y casi tres veces lo captado por el gobierno de Zedillo. Así casi cualquiera puede ser secretario de Hacienda, dice un buen amigo, refiriéndose al actuario que ocupa la cartera antes ocupada por Ortiz Mena o por Beteta. Así, y a pesar del profundo deterioro de nuestra vida petrolera, este enorme volumen de recursos explica el similarmente enorme –incluso gigantesco– interés de muchísimas empresas petroleras nacionales y extranjeras por ingresar aún más en el ámbito de las actividades de Pemex. Primordialmente en exploración y explotación primaria. Más aún cuando en el ámbito petrolero internacional, la espiral de costos crecientes se asoma cada día más al horizonte de la producción petrolera. Y no sólo porque la mayoría de los productores OPEP sigue –con todo derecho– racionalizando su participación en la producción mundial (30 a 35 por ciento), sino porque –efectivamente– el petróleo nuevo que se descubre en el mundo es de costos de producción cada vez mayores, incluso mucho mayores que los de Chicontepec, lo que ineludiblemente continúa y continuará garantizando un volumen enorme de renta petrolera a productores de costos menores. ¿Quiénes? Aquellos cuyo costo sea más elevado al del yacimiento cuya producción es solicitada hoy por el mercado para completar una demanda que se recupera luego de la caída del 2009.
No nos engañemos. Ya no hay petróleo barato. Y el petróleo caro sigue siendo la razón de fondo para la intervención de los grandes consumidores –Estados Unidos por delante con un consumo al día de hoy superior a los 20 millones de barriles, de un total mundial cercano hoy también a los 88 millones de barriles diarios– en zonas no sólo de elevadas reservas, sino de costos de producción relativamente bajos, llámese Irak, Libia, Egipto o –que me perdone doña Michelle Obama– México. En ese contexto los contratos llamados incentivados, los que de hecho entregan la explotación y el desarrollo de campos a los privados nacionales y extranjeros, no son sino una estupidez más de las que se han cometido en la industria petrolera mexicana, a más de ser –incluso– una muestra de la obcecación anticonstitucional de los personeros del gobierno actual, enamorados del ahorro externo. No menos que eso. Sin duda.