José Antonio Rojas Nieto
Observatorio Ciudadano de la Energía, A. C.
Actualización periódica que hace Rojas de su reflexión sobre la renta petrolera mexicana, su desviación a los grandes consumidores de petróleo y el riesgo de una crisis fiscal en la Hecienda del país, de no corregirse las multimillonarias desviaciones actuales.
En el año de 1965, el mundo consumía poco más de 31 millones de barriles diarios de petróleo. Este aportaba 43 por ciento de la energía primaria total. Hoy se consumen poco más de 85 millones. Y representan 44 por ciento de la energía primaria. Pero en 1977 y 1978 se había disparado —por así decirlo— hasta más de 50 por ciento. Pero el llamado efecto precio hizo descender esa participación al nivel actual, similar al de 1965. Es muy probable que sólo los terribles efectos ambientales de su consumo obligarán a disminuir aún más esa participación. Pues ni su creciente escasez ni su cada vez más elevado precio, hacen que el mundo realmente consuma menos petróleo.
Por eso siguen las guerras e invasiones por él. Y es que este commodity no sólo es fuente de energía, sino —nunca me cansaré de señalarlo— también de renta petrolera. Sí, quien tiene petróleo no sólo obtiene ganancias —como en toda actividad productiva— por su actividades, también obtiene un excedente que se origina en los países consumidores y que, por la magia del mercado mundial (de ahí el carácter de commodity del crudo) llega a los productores. Pero —atención— no a todos, sólo a aquellos que tienen costos inferiores al más alto cuya producción reconoce o demanda el mercado. Ya sé que más de algún estudioso me exigirá —en rigor debiera hacerlo— distinguir entre renta diferencial, renta absoluta y renta de monopolio. Espero se me permita ser un tanto ligero y que sólo hable de la diferencial y me olvide un poco de la absoluta (la que se cobraría simplemente por la propiedad del yacimiento) o la de monopolio (que se logra cuando se controla el mercado). No. Sólo me referiré a la diferencial. Por ejemplo, México la obtiene hoy porque su costo de producción es inferior (en este momento el estimado oficial está todavía entre cuatro y cinco dólares por barril), al más alto que actualmente el mercado acepta.
Mi estimación es que en 2006 fue de entre 50 y 55 dólares, si consideramos como referente la canasta de crudos importada por Estados Unidos, cuyo precio fue de 60 dólares actuales. En 1965, cuando el precio fue de 18 dólares actuales (2.82 dólares de aquel año), mi estimación sobre el costo más alto aceptado por el mercado de entonces es de casi 15 dólares por barril. Vistas así las cosas, en 1965 la ganancia petrolera bruta (esa que se debía y se debe compartir con comercializadores, especuladores, banqueros, gobierno y demás participantes del proceso) fue de 3 dólares actuales por barril. Así, por ejemplo, en ese año, la renta fue de casi 13 dólares para los productores árabes; ocho para México, y tres para Canadá. En el 2006, en cambio, la renta para los árabes —estoy hablando de promedios, con todas las ventajas y desventajas que esto tiene— fue de 55 dólares. Para México, de 50 dólares por barril, y para Canadá de 11 dólares. Pero —atención— esta renta sólo se obtiene en la concurrencia internacional. O internamente si los precios domésticos se definen con referentes internacionales.
En México esto sólo pasó a partir de 1991 y 1992. Por eso antes de esos años, sólo se obtenía la renta del crudo exportado. La del interno se regaló en precios bajos de gasolinas, diésel, kerosinas y gas licuado. Hoy, en cambio, se obtiene renta petrolera tanto del exportado como del refinado internamente. Por eso, quienes piden precios menores de crudo para las refinerías, piden regalo indiscrimiando de renta a los consumidores. Eso hay que reflexionarlo bien. Por eso la brutal cifra de los derechos de extracción de hidrocarburos, sobre todo en 1992 y de 1999 en adelante. Más con precios altos y costos bajos, menos con costos crecientes y precios descendentes. Por eso… Cuidado, mucho cuidado con nuestro balance fiscal en los próximos años.
Termino dicendo que este viernes, en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Carlos Morera Camacho —especialista de ese instituto en movimientos del capital financiero— presentó avances de una investigación que realizamos conjuntamente. Un par de preguntas nos guían: ¿Qué cambios recientes —de 1999 a la fecha— ha experimentado el mecado mundial de dinero, en cuanto a fondos que lo nutren, y formas y destinos de sus flujos?, y ¿cuánta renta petrolera ha llegado a ese mercado? Aunque nos falta más investigación, descubrimos —ofreceré detalles en otra entrega— que buena parte de una renta petrolera cercana a 450 mil millones de dólares anuales (entre 8 y 9 por ciento del ahorro mundial y parte del de México también), una vez más —como de 1978 a 1981—, fue a ese mercado financiero. Pero casi inmeditamente regresó como inversión directa o como préstamo —al menos tres o cuatro años a la más baja tasa de interés de la historia reciente— a los grandes consumidores de petróleo.
¿Curioso, verdad? ¡Así es el mercado mundial! ¡De veras que así es!
rojasags@yahoo.com.mx