José Antonio Rojas Nieto
De nuevo una reflexión sobre la cotidianidad entre los compañeros del Observatorio Ciudadano de la Energía (www.energia.org.mx). ¿Qué combustible o qué energético conviene –o podemos– tener en nuestras viviendas? ¿Cuál es el balance ideal para satisfacer los diversos requerimientos de energía en nuestros hogares? ¿Cuáles requerimientos? Cinco principales: 1) iluminación; 2) refrigeración, molienda, conservación, calentamiento y cocción de alimentos y bebidas; 3) calentamiento de agua; 4) aire acondicionado o calefacción; 5) aplicaciones diversas: aparatos de música, computadora, televisión, video-cine, juegos de video, y aparatos de comunicación, entre otros.
Nuestra reflexión nos conduce a clarificar diversos elementos fundamentales. Por ejemplo, la definición ya no sólo de vivienda sino –más aún– de vivienda sustentable. Podemos pedir prestado a diversos organismos una definición. Lo hacemos con el Instituto Nacional de Ecología (INE,www.ine.gob.mx) que desde hace tiempo ha tomado la precaución de ofrecer elementos que nos ayudan a reflexionar sobre el impacto de nuestras decisiones cotidianas en varios ámbitos: consumo de agua, consumo de energía, manejo de residuos, disponibilidad de áreas verdes, entre otros.
Así, de su portal de vivienda sustentable tomamos la definición de vivienda, para comprenderla como un espacio privado con infraestructura básica adecuada, de servicios de abastecimiento de agua, saneamiento, energía, eliminación de desechos y sistemas de comunicación. Y cuando no sólo se acepta sino que se decide impulsar su sustentabilidad –a decir del mismo INE– es preciso lograr un diseño arquitectónico que busca aprovechar los recursos naturales de tal modo que minimiza el impacto de las construcciones sobre el ambiente natural y sobre los habitantes, y logra ser eficiente y eficaz en el uso de materiales de construcción, en el consumo de energía y en el espacio vital, para garantizar y mantener el confort y la habitabilidad, de acuerdo a las condiciones climáticas del lugar.
Nuestra reflexión nos condujo a formularnos algunas preguntas aparentemente sencillas pero importantes y, en ocasiones, difíciles de contestar: ¿Con qué conviene, por ejemplo, hervir un litro de agua para hacer café? ¿Con la estufa tradicional a gas natural o a gas licuado, con el horno de microndas, con una estufa eléctrica, o con una estufa de esas llamadas de petróleo que consumen keroseno, o con leña, como sucede en millones de viviendas rurales en México? ¿O, directamente, con una cafetera eléctrica?
Inmediatamente surgen múltiples líneas de reflexión sobre diversos aspectos que supone –implícita o explícitamente– la decisión: 1) costo y eficiencia de los aparatos, tanto en términos de tiempo como de utilización o pérdida de energía; 2) efecto contaminante del uso de uno u otro combustible o de electricidad (bióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, azufre); 3) costo del combustible mismo, tanto actual como futuro; 4) subsidio presente en el precio de combustibles o electricidad; 5) mayor o menor disponibilidad de unos y otra; 6) y –para sólo señalar uno más, de evidente importancia– preferencia de las personas, las familias, los hogares, a veces sustentada o a veces no.
La problemática presente en este ejemplo trivial o en otros como el de la iluminación, la refrigeración, el aire acondicionado, la calefacción u otros similares –sin duda el importantísimo del transporte de personas y bienes– trasciende el ámbito familiar. Están involucradas no sólo acciones y políticas públicas, para los días, las semanas, los meses, los años, los lustros, los decenios por venir.
Nuestro presente y nuestro futuro están de por medio tanto en las decisiones cotidianas de personas y familiar, como en las políticas y estrategias públicas. Y éstas, por cierto, no son cosas de iniciados o asuntos de especialistas. Menos aún cosa de políticos. No. Para nada.
La sociedad debe orientar no sólo sus decisiones cotidianas, sino las acciones y políticas públicas. Con la mayor información que técnicos, escuelas, institutos, universidades, organismos públicos, organizaciones ciudadanas, organismos internacionales le ofrezcan. Sin duda.
Por cierto, en febrero pasado y en cumplimiento con el artículo 33 de la Ley de la Administración Pública Federal, la Secretaría de Energía entregó al Senado para su ratificación la Estrategia Nacional de Energía. Hasta el momento el Senado de la República no la ha ratificado. Se trata de formulación de metas en un horizonte de 15 años que debiera ser estudiada, analizada y evaluada no sólo por el Senado. O –más bien– a través del Senado por toda la sociedad. ¿Sabe usted algo de eso?
El asunto es de la mayor importancia. Para el presente y para el futuro. Sí, en la decisión de cómo preparar un poco de café están involucradas algunas dimensiones fundamentales de nuestra vida, de nuestro bienestar social. Ni más ni menos que nuestra Estrategia Nacional de Energía. En el Observatorio Ciudadano de Energía estamos persuadidos de ello. De veras.
Hola, me gusto